PASOS SIN MEMORIA
Miro por la ventana y no veo el mar. Las gaviotas
andan por ahí y la hierba se va secando en el tendal. Mañana temprano
el mar aun no llegó. Llegó el pan, llegó el fuego
y el periódico. La saliva con que te diré buenos días.
Las palabras son las primeras en llegar. Lo que queda de ellas
ablanda el papel. Pan caliente con el sueño de ayer
y los sueños de hoy. El día se prepara, los pasos
de ir y venir. Estoy cada vez más cerca. Me miras
como si supieses lo que luego sabré yo.
En esta ciudad no es nunca mediodía. Hay siempre una dulzura
de otras horas. Y recuerdos sueltos. Déjalos salir
de dentro del vestido, deja que se suelten las olas del mar.
La ventana está vacía. Mi hijo camina por la playa
y tu deletreas las gaviotas. Camina delante de mí
sin dejar huellas. Me pierdo como todas las madres,
todos los amantes. Invento pasos y palabras
para adormecerme. A esta hora mi abuela enrollaba el rosario
en las manos. Yo estaba dentro de las cuentas, dentro del sueño
que rondaba el rezo. Durante mucho tiempo estuve fuera.
Ahora caminamos juntos. Sin memoria.
(in Deletrear el Día – obra poética), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
POR UN DÍA DE INVIERNO
Ha muerto el hombre de la carnicería. Deja mujer,
dos hijos y carne fresca extendida como ropa
en el tendal. Recuerdo con qué orgullo se pasaba la mano
por el pescuezo. Me acuerdo de la pescantina
que nos despertaba por la mañana «pescado fresco
vivito y coleando» y lo caro que era el estertor del lenguado.
Incluso las lechugas están frescas después de muertas,
el manojo de nabizas, hasta de una zanahoria esperamos
que esté fresca en el plato con el lenguado rigurosamente
separado de las espinas. ¡Qué fresco! El hombre de la carnicería
será enterrado después de la comida. Ahora yace en la capilla mortuoria
con el rostro descubierto para la familia y los curiosos. El hombre
de la carnicería murió cansado, pero ahora está fresco:
fue abatido ayer, será empaquetado a las cuatro de la tarde.
(in Horizonte pegado a la piel), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
OBRA PRIMA
Cuando tu mano acaricia mi pierna
los sensores de la piel desencadenan reacciones sentimentales
y a veces llego a tener una reacción motora. El ángulo
de la pierna, la inclinación del pie –te maravillas con el paisaje
ocasional: después de la curva de la carretera estabilizas la mirada
en la curva de la rodilla. Los ojos se impacientan en sacudidas
invisibles pero el espejo refleja sólo inmovilidad.
La sandalia: tu mirada va de la rodilla a la desnudez del pie. Este pie
que recorre las calles es también objeto de deseo: el pie
que pisa el freno a fondo. Sé que me vas a besar –tal vez
ni tú mismo sepas que la postura de tu cuerpo tiene el formato
del beso. La caricia necesita un control minucioso,
la presión exacta para que no me machaques la rótula.
El contacto es dulce en la piel que te ofrezco, la caricia
es la obra prima de la ingeniería mecánica. Miro la bahía
donde se reflejan los neones de la noche y dejo al cuerpo
trabajar libremente. Después me adormezco con tu mano
en mi pierna y la vaga conciencia de que el paraíso
se extiende desde la punta de los pies hasta lo alto de la cabeza.
(in Horizonte pegado a la piel), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
DÍA DE ANIVERSARIO
A Hugo.
Siempre que te escribo aparecen husos entre nosotros:
11 de la mañana en Isla Negra y dos de la tarde
en tu cuarto. En la casa de Neruda hasta las figuras de popa
miran el mar. Coleccionables, como las que se venden
en la barraca de afuera, de varios tamaños y precios.
Te escribo a cualquier lugar que nunca sé donde queda.
Perro de caza, rastreo tus vestigios por ahí:
entre las ropas que faltan busco las que te abrigan,
huelo la loza que ensuciaste, indago la ciencia de tu naturaleza
esparcida por la casa. La casa de Neruda en Isla Negra
es transparente: puedo seguirla a lo largo de la costa, de la voz del guía,
esa voz absurda que podías haber oído tres horas antes
si entre tú y yo no hubiera husos. Tal vez el poeta
se haya pinchado en un huso y el exilio sea sólo la ceguera
de los otros. Imponentes las figuras inclinadas miran a lo lejos,
más allá del vidrio. La más bella mira la tumba de Neruda
entre la multitud de visitantes que exigen una fotografía
con él. Instantáneos: se van unos y otros vienen a ser fotografiados.
La tierra es fotogénica y está siempre a mano. Ahora ya es tarde
en Isla Negra y demasiado temprano en tu cuarto.
Tal vez el amor sea una figura de proa que desafía al barco
entre el alborozo de las aguas. Está girada hacia ti
que nunca sé donde estás y eres mi norte.
(in Deletrear el Día – obra poética), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
UN VASO PARA MI SED
Barrio árabe. Subir y bajar.
Dentro de lo que soy y no sabía.
El olor de las vocales coloreando el regazo
de las montañas. Mi hijo duerme
con el nombre de las calles junto al Darro
y el pequeño gato que apareció en la puerta.
Nuestros pasos son el arabesco del gemido
del pequeño Boabdil en plena caída.
Tú eres mi gerundio, la negación del tiempo
fuera de las murallas. Intocable el olvido.
Desciendo por tu cuerpo hasta el empedrado de las calles
y mi corazón reptante come el polvo
del viento. Un vaso para mi sed.
Aprendo con la ciudad
a llevar el instante en el bolsillo de las monedas.
Granada ya no llora y el río me extiende
su lecho. ¿Deberé pernoctar en este camino
donde el ala herida del pájaro le alimenta
el vuelo? Aprendo la risa huérfana de los muros de arcilla,
las señales de los muertos subiendo por el aire
hasta la mezquita. Aprendo con la lengua de las calles,
con los dientes de leche de Albayzín.
Fin de la tarde. Procesión de colores comiendo
la blusa hasta la carne con un vaso de vino
y la nieve de la montaña. Dentro de mí
la piel de la ciudad penetra el cuerpo moreno
de los gitanos en vuelo rasante.sobre la nada.
(in Deletrear el Día – obra poética), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
GRAVITACIÓN UNIVERSAL
De nuevo el mar que espero
sentada a la ventana que da a las rosas.
Que da a todas las calles por las que pasé
con tus pasos. A la carretera
donde giramos la cabeza para no ver
al hombre desangrado en el suelo.
Después comimos en casa de un amigo,
bebimos y hablamos como si la vida fuese eterna.
De regreso la carretera estaba limpia, sin señales
de sangre. Las luces sobre el mar en las dos orillas
y tu mano en mi pierna. Allá en el cielo
un hombre destripado busca sus alas.
No sé nada de ángeles. Yo, que espero el mar todos los días,
creo en la rotación de la tierra y en la ley de la gravedad.
Pero cuando llegas el cuerpo no tiene peso
y las palabras vuelan a nuestro alrededor
empapadas en sudor. Y viene el mar.
(in Deletrear el Día – obra poética), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
TEJAS EN EL CIELO
Nunca llegas. Estás donde estoy.
La estación cambia en este día, dicen las manos
acariciando las ropas. En verano los huéspedes
llenaban la casa. Me mudaba para el cuarto
con claraboya y tejas en el cielo y soñaba
con todo lo que había de ser y nunca fui.
Mejor así. Antes no era yo
y mis sueños no eran de nadie.
Por debajo de mí, tus sueños hasta altas horas.
Tus manos. Nunca estuve sola, nunca lo estaré.
Cuando te fuiste aún no sabía que volvías.
Me miras en lo alto de la escalera. Llega él
y me besa en el último peldaño. A dos pasos de la cama.
Súbitamente el verano. La luz jadeante del verano.
(in Deletrear el Día – obra poética), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
SOLAMENTE LOS GATOS
Hoy los gatos no comieron.
Se fueron juntando poco a poco en el tejado
y ni la lluvia les hizo abrir la lengua.
Ni el agua desaguó la voz, ni los gatos miañaron.
Aquellos pasos que solo saben los gatos
los alejaron de las palabras incisas en mármol
o en el granito tumbado. Del plástico florido.
De las flores que la ausencia perpetúa.
Hoy los túmulos están silenciosos
y los gatos con las garras aplastadas contra las tejas,
con la mirada con que solo miran los gatos,
no saben todavía si perdieron la fe en la vida
o aún más en la muerte Sienten un nudo
innominado en la garganta como todos nosotros.
En la cima del tejado le dicen no al cielo.
Quieren afirmarlo de cerca.
TU PIEL DESCALZA
Vino una ola. A barrer mi sueño.
Caminaba por él como camino por la arena.
Nada me une o divide. Nada me retiene.
Te sientas donde yo me siento en tu regazo
y pido siempre la misma historia. Tu voz
crea las memorias que tendré. Por ahora
camino en línea con las gaviotas y grito como ellas
cuando baja la marea. A veces me apoyo en una roca
para decir «casa» y luego me desmorono. Sigo descalza
como tú para decir «seguimos». Pero son apenas sonidos
bajo el sol de mayo. Murmullos de lo que no seré.
Siempre he tenido problemas con el verbo ser. Hago
y deshago las maletas, entro y salgo de las gavetas.
Pausa en la camisa que vestiste la última vez.
Ganas de arrugarla, desabotonarla
y sentir allí dentro tu piel aquí afuera.
Todo esto es tan verdad como pueden serlo los botones
de una camisa escrita. Confieso que no he pensado en el color
o si era de rayas. Ahora pienso que podía ser la de cuadrados.
En cualquiera de ellas tu piel entra en la mía.
(in Deletrear el Día – obra poética), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
ORACIÓN A SAN GREGORIO
…donde no haya nada de nada
ni hoja de higuera
ni piedra de sal
ni cosa que haga daño
sólo un ramito de viento
para salvarnos
Dormíamos por encima de las gallinas
a la vera de las palomas
de las pilas de leña que llegaban a la ventana
con los olores de mayo.
A veces un trueno
hacía al santo levantarse de la cama
tomar de prisa el café
echarse al camino para alejar la tempestad
del miedo de los conejos y de la abuela.
Me acuerdo de la trenza balanceándose
a la luz de la lamparilla
del rezo esparcido por el cuarto
y yo encogida en el calor de la cama
para no escuchar el ladrido de los perros de la noche
sin saber que un santo los llevaba más allá del monte
donde nunca hubo era ni yugada
ni hoja de higuera
ni el tiempo que nos cuenta los días
sólo un ramo de viento que florece en la ventana
entre la ceniza de la madera
y el amor de la abuela.
(in Horizonte pegado a la piel), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
DESNUDAR LA CARICIA
Deletreo el día que vendrá de la otra orilla
de la noche. La lluvia por correo, tan dulce
que no cabe en la caja. Nadie tocó la campanilla.
Un pájaro vuela con las alas mojadas.
Quiero salir de mí. Las líneas de mi mano
cambiaron de ayer a hoy. Ayer no era yo.
¿Y si tu voz tocó a la puerta y yo no escuché?
¿No tuve tiempo para desnudar la caricia y atender
al teléfono? Aroma de sándalo, de incienso
junto a la orilla. ¿Paré cuando me pedías abrigo?
Aún vi las costas de la noche secreteándome,
mis oídos en el motor del avión.
Del otro lado me extienden la sed que voy a tener.
¿Por qué no siento ahora lo que ya sé?
(in Deletrear el Día – obra poética), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
LAS RAÍCES DEL DÍA
Fue de súbito como llegó la noche. Era ya tarde
cuando me preguntaste si no tenía frío,
si no tenía ojos, si mis piernas
no corrían detrás del viento. Lo sentía girar
a mi alrededor y yo afuera. El mundo
alrededor del viento y yo sin eje. Sólo las palabras
regresan en cada rotación. Veo como están solas
lejos de la boca, como tienen frío. Las palabras son un animal
aullando a la puerta de la casa que lo ahuyentó. Y tú,
¿en qué almohada posas el corazón? Si seguimos
el lecho del río podemos tumbarnos en la tierra seca
por donde corríamos cuando había luz.
Y era yo que rodaba en tu eje en la ignorancia
de cada rotación. Deja tu caricia en mi pierna
para que yo vea mientras el sueño me duerme
y nacen dos noches para nuestros ojos.
¿Quién nos dará el pan y el día? Con esta pregunta
me adormecí. Un árbol vino a posarse encima
de la montaña. Y nunca necesitó raíces.
(in Deletrear el Día – obra poética), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
INVENCIÓN DE LA MIRADA
No digas que yo no estaba a la ventana,
que no fue para ti lo que no has visto.
Hay tantas cosas que no sabes, no las digas.
Un día me verás a la ventana de ayer
con la ropa que he de vestir mañana.
Hasta entonces piensa que me has soñado. Ni yo misma sé
lo que hice ese día. Pero la ventana guarda mis dedos
como tú me guardas. El tiempo es una invención reciente.
Era una vez esa mujer que has visto. Retira el vidrio,
la moldura, y no te olvides de abrir el horizonte.
(in Deletrear el Día – obra poética), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
MORE IS LESS
Cada día tenemos más muertos.
O son ellos los que nos tienen,
los que nos atan al suelo por los cabellos.
Si tenemos frío, se estremecen
y se sacian cuando bebemos.
Somos la sombra alrededor del vaso
y casi las manos que ruedan en las palabras.
Nos agarran por la nuca. Así es como respiran
al oído. Y nosotros, atraídos por los cantos de sirena
ni siquiera sospechamos que vamos sirviendo la muerte.
Contaminados por el miedo: una carta, un murmullo,
días de fiesta, esos lugares de tristeza donde se ríe por lo de antes.
¿Y si todo esto fuese el resumen de nuestra historia?
Falta todavía el tiempo en que morir es el menor de los males.
Cuando se ahorra en todo lo que se hace. Algún derroche
se permite como si fuese el último cigarro. La muerte
es la suma de los intereses de los bienes que nos negaron.
(inédito en español), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
TU PIEL DESCALZA
Vino una ola. A barrer mi sueño.
Caminaba por él como camino por la arena.
Nada me une o divide. Nada me retiene.
Te sientas donde yo me siento en tu regazo
y pido siempre la misma historia. Tu voz
crea las memorias que tendré. Por ahora
camino en línea con las gaviotas y grito como ellas
cuando baja la marea. A veces me apoyo en una roca
para decir «casa» y luego me desmorono. Sigo descalza
como tú para decir «seguimos». Pero son apenas sonidos
bajo el sol de mayo. Murmullos de lo que no seré.
Siempre he tenido problemas con el verbo ser. Hago
y deshago las maletas, entro y salgo de las gavetas.
Pausa en la camisa que vestiste la última vez.
Ganas de arrugarla, desabotonarla
y sentir allí dentro tu piel aquí afuera.
Todo esto es tan verdad como pueden serlo los botones
de una camisa escrita. Confieso que no he pensado en el color
o si era de rayas. Ahora pienso que podía ser la de cuadrados.
En cualquiera de ellas tu piel entra en la mía.
(in Deletrear el Día – obra poética), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
TEJAS EN EL CIELO
Nunca llegas. Estás donde estoy.
La estación cambia en este día, dicen las manos
acariciando las ropas. En verano los huéspedes
llenaban la casa. Me mudaba para el cuarto
con claraboya y tejas en el cielo y soñaba
con todo lo que había de ser y nunca fui.
Mejor así. Antes no era yo
y mis sueños no eran de nadie.
Por debajo de mí, tus sueños hasta altas horas.
Tus manos. Nunca estuve sola, nunca lo estaré.
Cuando te fuiste aún no sabía que volvías.
Me miras en lo alto de la escalera. Llega él
y me besa en el último peldaño. A dos pasos de la cama.
Súbitamente el verano. La luz jadeante del verano.
(in Deletrear el Día – obra poética), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
SOLAMENTE LOS GATOS
Hoy los gatos no comieron.
Se fueron juntando poco a poco en el tejado
y ni la lluvia les hizo abrir la lengua.
Ni el agua desaguó la voz, ni los gatos miañaron.
Aquellos pasos que solo saben los gatos
los alejaron de las palabras incisas en mármol
o en el granito tumbado. Del plástico florido.
De las flores que la ausencia perpetúa.
Hoy los túmulos están silenciosos
y los gatos con las garras aplastadas contra las tejas,
con la mirada con que solo miran los gatos,
no saben todavía si perdieron la fe en la vida
o aún más en la muerte Sienten un nudo
innominado en la garganta como todos nosotros.
En la cima del tejado le dicen no al cielo.
Quieren afirmarlo de cerca.
(inédito en español), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
LAS MADRES
a Joni
La madre llama para el almuerzo
y corres con los pantalones rotos,
los bolsillos llenos,
la risa impacientando las horas,
las manos lavadas a prisa
y tu boca es tierna al llegar a la mesa.
Si tardas, la madre guarda tu plato
junto al corazón
y nos sonríe como si fueses a llegar.
El almuerzo enfría. Nuestros ojos pegados
a la puerta, a las travesuras que vas a hacer,
a las rodillas reventadas,
a los bolsillos que se vacían en cenizas.
Pero no hay mar que baste para ahogar
el almuerzo a la deriva en tu plato.
La voz de la madre no para de llamarte.
Cuanto más calla, más la oímos
aullando en silencio por su cría.
E incluso así nos sonríe,
y nosotros a ella, tan torpes.
Las madres siempre llaman a sus hijos.
Cuando saben que la hora del almuerzo terminó
siguen viéndolos entrar por la puerta
con sonrisa de niño endiablado.
Después de que todos se levantan de la mesa
ellas astillan el plato contra el corazón
y continúan madres
con los ojos cansados y las suelas gastadas
de esperar al frío para siempre.
(inédito en español), trad. Xosé María Álvarez Cáccamo
Deixe um comentário